DEHú sin sustos: notificaciones en piloto automático

DEHú en piloto automático: la historia real de cómo dejamos de vivir pegados a las notificaciones (y no perdimos ni un plazo)

A Sofía le entró la notificación un viernes a las 19:42. Tenía la mochila a medias, la mente en el finde, y el típico “mañana lo miro” en la punta de la lengua. Spoiler: mañana era sábado, pasado domingo y el lunes una reunión maratoniana. Cuando volvió a acordarse, ya había corrido el reloj. No le pasó nada grave… aquella vez. Pero el susto le dejó claro que su negocio no podía depender de su memoria ni de lo que el correo le enseñase “cuando quisiera”.

Este post no es un manual lleno de tecnicismos; es el guion práctico —y con un puntito de humor— de cómo convertir DEHú en un sistema, no en una lotería. Te voy a contar la historia de Sofía (que podría ser la tuya) y te voy a enseñar a blindarte con un método sencillo: avisos que llegan, responsabilidades claras, pruebas de que hiciste lo que tocaba y un protocolo para emergencias. Nada de héroes. Solo proceso. Y descanso mental.

1) La escena del crimen: cuando “ya lo miraré” te sale caro

Sofía lleva una micro-pyme de servicios creativos. No es que no supiera lo de las notificaciones electrónicas, es que vivía en modo urgencia. Y en ese modo, DEHú se convertía en un mini-jefe caprichoso: aparece cuando quiere, entra por donde quiere y exige que le mires… ya. Resultado: mensajes perdidos entre newsletters, jornadas que se estiran por miedo a “qué habrá entrado”, y la sensación constante de que cualquier despiste puede convertirse en sanción.

La duda latente aquí es universal:

“¿De verdad tengo que entrar todos los días? ¿Y si estoy de vacaciones? ¿Y si delego en mi asesoría? ¿Vale con que me llegue un email?”

Te contesto con la lógica de quien quiere dormir tranquilo: sí, necesitas rutina, suplente y pruebas. Y no, delegar no es “me olvido”. Delegar es organizar.


2) El giro de guion: del “lo miro yo” al “lo mira el sistema”

Aquí empezó el cambio de Sofía. Aceptó una idea simple: DEHú es un flujo, no un imprevisto. Un flujo tiene pasos, responsables, cadencias y una forma ordenada de cerrar cada caso. Así lo montamos:

  1. Avisos automáticos que llegan a un buzón compartido (no a una persona suelta).
  2. Acceso con apoderamiento para la asesoría y un suplente interno (probado, no teórico).
  3. Rutina diaria de 10 minutos para revisar, anotar y cerrar (o escalar).
  4. Pruebas de cada revisión: pantallazo, registro y, si hay acción, justificante.
  5. Protocolo de vacaciones y ausencias para que el flujo no se rompa cuando alguien desconecta.

El resultado no fue solo menos sustos. Fue algo más valioso: poder planificar. Saber que, si entra algo, el sistema lo atrapa. Sin drama. Sin fuegos artificiales.


3) ¿Qué es DEHú (sin tecnicismos) y por qué manda tanto?

Piensa en DEHú como en la bandeja oficial de entrada de tu negocio con la Administración. Ahí se “ponen a tu disposición” comunicaciones que, aunque no hayas abierto, empiezan a contar plazos. No es un “ya lo miraré”; es un “mejor que lo haya mirado alguien”. Por eso tu objetivo no es estar alerta 24/7; es tener un piloto automático que detecta, avisa, registra y reacciona.

La clave para resolver dudas de verdad es esta:

  • ¿Cada cuánto hay que revisar? A diario en laborables (10 minutos, sin heroísmos).
  • ¿Quién revisa? Una persona responsable + un suplente, ambos con acceso real y probado.
  • ¿Y si no hay nada? Dejas constancia igualmente: “revisado sin novedades”.
  • ¿Y si sí hay algo? Lo clasificas, decides si aceptas, lo descargas, lo asignas… y cierras con prueba.

No se trata de “confiar”; se trata de dejar rastro.


4) La rutina que funciona: menos épica, más evidencia

Sofía y su equipo tenían el síndrome “resuelvo y ya está”. Lo cambiamos por “resuelvo y lo documento”. Ese pequeño matiz —el rastro— es lo que convierte una buena intención en un sistema auditable. Y cuando tienes rastro, la ansiedad baja porque puedes demostrar diligencia.

La rutina de 10 minutos suena así:

  • Entrar en DEHú y en las sedes relevantes.
  • Comprobar si hay notificaciones: sí/no.
  • Anotar: fecha/hora, quién miró, qué encontró.
  • Si hay notificación, clasificar (qué es, de quién viene, qué plazo tiene), aceptar si procede, descargar el PDF, asignar tarea y marcar fecha tope.
  • Adjuntar prueba (pantallazo/justificante) y cerrar o escalar.

No hay magia. Hay repetición. Y en la repetición está la tranquilidad.


5) La duda incómoda: “Si apodero a la asesoría, ¿puedo olvidarme?”

Ojalá. Pero no. Delegar no es desconectar; es crear un doble anillo de seguridad. Tu asesoría te cubre, sí, pero tú mantienes:

  • Avisos propios,
  • Accesos para revisar si hace falta,
  • Y una auditoría mensual de tres puntos: ¿se revisó a tiempo?, ¿existen pruebas?, ¿queda algo abierto?

Esto no va de no confiar en nadie. Va de no jugársela. Si algo falla, el sistema te lo enseña. Antes de que te explote.


6) Vacaciones, bajas y el misterio de “¿quién miró esto?”

Aquí se rompen los sistemas. Si la persona que revisa no está, el flujo se queda cojo. Por eso el protocolo de Sofía incluye tres escenas:

  • Antes de irse: comprobar suplente y probar accesos, rebotar avisos, listar plazos que vencen.
  • Durante: el suplente revisa, anota y escalda si algo es serio.
  • A la vuelta: repaso corto de lo ocurrido y ajuste del sistema si algo cojeó.

Suena básico. Lo es. Y por eso funciona.


7) Tres historias cortas que te sonarán (y cómo las resolvimos)

Historia A — El autónomo “one-man-band”
Álex lo hacía todo. Revisar, aceptar, presentar… y olvidarse de documentar. Cambiamos una sola cosa: registro con pantallazo. Siguió solo, pero dejó rastro. Y cuando un día le preguntaron “¿y esto cuándo lo miraste?”, tenía captura. Cero nervios.

Historia B — La pyme mini con back-office
Marta y Pablo iban a ratos. Pusimos lista de distribución para avisos, definimos a Marta como responsable y a Pablo como suplente. La asesoría aparece cuando hay que presentar. Al mes: revisiones con prueba al 100% y cero prisas.

Historia C — Dos centros, mil tareas
Empresa con sede A y B. Cada sede, un responsable. Un helpdesk interno con tickets y campos obligatorios: “fecha de revisión”, “captura”, “acción”. No hace falta que sean fans del software; hace falta que no se salten campos. Fin del caos.


8) Tu mesa de mandos: lo mínimo que debes medir

No te abrumes. Con tres indicadores sabrás si tu sistema respira:

  • Tiempo medio de revisión (desde aviso hasta comprobación). Apunta a menos de 24 horas laborables.
  • Revisiones con prueba adjunta. Lo sano es 100%. Si falla, arregla esa costumbre ya.
  • Incidencias por plazo (veces que llegaste tarde o al límite). El objetivo es 0. Si hay más de 0, busca dónde se rompió.

La lectura es directa: si sube el tiempo o bajan las pruebas, hay agujero. No tapes el agujero con “buenas intenciones”; cambia el proceso.


9) Una mesa, un reloj, un portátil cerrado (y por qué importa lo simbólico)

Sofía puso un reloj de pared visible en la oficina y dejó de cerrar el portátil con culpa. El gesto no es postureo: es un ancla mental. Si tienes sistema, no necesitas vigilar la bandeja a medianoche. Has pactado con tu empresa —y contigo— que revisáis bien en horario, y que fuera de él existe un protocolo de guardia solo para lo crítico. Tu cabeza vuelve a tener foco y tus mensajes dejan de sonar como un despertador eterno. Eso también es productividad.


10) Tabla práctica: qué define cada parte del sistema (y quién lo cuida)

Elemento del sistema¿Qué define?Responsable principalFrecuenciaEvidencia mínima
Avisos automáticosA qué correos llegan y con qué asuntoOperacionesPermanente (test mensual)Email de prueba con captura
Revisión diariaEntrada a DEHú y ver si hay novedadesBack-office (suplente)Diario (10’)Registro y pantallazo
Aceptación/descargaBajar PDF, clasificar, asignar tareaBack-officeCuando tocaPDF archivado con fecha
Acción técnicaPresentar escritos, alegar, pagarAsesoríaSegún plazosResguardo de presentación
Auditoría internaKPIs, gaps y mejorasDirección/OperacionesMensual (15’)Informe breve y checklist

Esta tabla no es decoración. Es tu contrato interno. Si alguien nuevo se incorpora, se guía por esto. Si algo no se cumple, sabrás dónde ajustar.


11) Preguntas que todo el mundo hace (y que conviene responder bien)

¿Tengo que mirar incluso si “no me ha llegado ningún email”?
Sí. El email puede no llegar. La revisión diaria es tu red de seguridad. Y si no hay nada, también se anota.

¿Y si acepto una notificación y luego no sé qué hacer?
Clasifica, descarga y asigna. No lo dejes en tu cabeza. Pásalo al sistema (tarea con fecha tope) y súbelo a tu asesoría si hace falta.

¿Puedo centralizar en WhatsApp?
No. WhatsApp es el reino del “luego lo busco”. Usa un canal formal o un registro mínimo. Que quede constancia.

¿Qué guardo como prueba?
Pantallazo del buzón el día que miraste, PDF descargado (si hay), y resguardo de cualquier presentación. Sin eso, es tu palabra contra el olvido.

¿Cómo convenzo al equipo?
No va de “control”; va de evitar líos. 10 minutos bien hechos a diario valen más que un día pluriempleado apagando fuegos.


12) El cierre de Sofía: del susto a la calma rentable

Tres meses después, sus métricas parecían otro negocio: revisiones con prueba al 100%, ninguna incidencia por plazos, y un tiempo medio de revisión dentro de la misma mañana. Pero lo más bestia no estaba en el Excel: la sensación de control. Saber que si algo entra, hay una cadena que lo detecta, lo registra, lo atiende y lo cierra. Y que si alguien se va de vacaciones, no tiemblan las notificaciones.

Ese es el objetivo. No vivir en alerta, sino vivir con sistema.


pro tip

¿Quieres que dejemos DEHú en piloto automático para tu negocio —avisos, accesos, rutina, pruebas y tablero— y que tu equipo vuelva a trabajar (y a vivir) con calma? Te montamos el flujo, lo documentamos y te lo dejamos a prueba de lunes. ¡Habla con nosotros!

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